Hace un tiempo me toco dar una charla sobre desarrollo local en una localidad de la Provincia de Bs As, de la cual participaban empresarios locales, representantes de instituciones como la Cámara de comercio, Asociación de productores, sociedad Rural, etc., y obviamente miembros del ejecutivo municipal. La presentación tenía como objetivo movilizar a los presentes para avanzar localmente en conformar mesas de consenso que permitan trabajar ejes de desarrollo local en la comunidad. En el medio de la conversación se levanta un empresario muy ofuscado porque decía tener problemas con los bancos oficiales para acceder a un determinado crédito bancario. Éste hombre manifestaba que los bancos no le prestaban dinero para un proyecto determinado, y en definitiva planteaba una disconformidad sobre el sistema financiero en general.
Como no podía dejar pasar tal reclamo, intente profundizar en su caso, preguntándole a esta persona (que con su intervención había movilizado la atención del resto de los participantes), más detalle de la situación particular de su frustrado intento por conseguir financiamiento. Luego de algunas consultas, termino manifestando que en realidad al momento que él banco le solicito la documentación que acreditaba las ventas, la misma no reflejaba lo que realmente vendía éste hombre con su empresa y por ello no lo podían calificar para el monto requerido.
Llevando esto para el lado del Estado, muchas veces escuche o participe de conversaciones en donde algún que otro funcionario o empleado publico con cierto rango, manifestaba que en algunos programas de créditos o subsidios, los empresarios presentaban cualquier papel intentando “zafar” y acceder al mismo, pero cuando consultaba si alguna vez se habían preguntado sobre por que ocurría eso, nunca se hacia la “mea culpa” de que los formularios eran prácticamente inentendibles y nunca un empresario podría conformar la información requerida, por la complejidad de la misma.
Más allá de tomar una postura ante cada uno de estos ejemplos, me gustaría reflexionar sobre la importancia que tiene para la construccion de cualquier proceso (y cualquiera sea el lugar que nos toque ocupar) el hecho de poder decir “tal vez tengan razón y el errado sea yo…”. No nos hace personas superiores creer que todo lo sabemos, y es justamente esta actitud la que impide cualquier proceso de revisión y mejora para trascender una problematica particular.
En definitiva y como solemos hablar en diferentes espacios, la solución de los problemas parte de reconocer primeramente que existe (y tal vez sea producto de errores propios). Muchas veces criticamos aquello que en realidad también estamos haciendo nosotros
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